EL COLMO DE LOS PECADOS
[CRÍTICA A LA EXPOSICIÓN DE ABAP EL ALTO]
El ser humano es pecaminoso. Si tendríamos que escribir una bitácora por los diferentes escenarios en donde cometimos pecado alguno, seguramente sería el libro más largo de la historia. No es difícil imaginar las suculentas páginas que narraríamos con relación a la lujuria y la gula; las divertidas escenas dignas de todo elogio respecto a la envidia, la ira y la avaricia; las cansinas narraciones, del ocio mal invertido, provocada por la pereza; y las hilvanadas historias de hombres y mujeres dominados por la soberbia. Muchos poetas, filósofos, teólogos, artistas y cineastas concentraron sus esfuerzos en la temática sobre los pecados capitales. Citarlos en este texto sería muestra de pura vanidad por nuestra parte; por tanto, no queremos ser pecadores.
No obstante, esto no pasa en la última exposición de ABAP-El Alto, realizada en el espacio Simón I. Patiño. Muchos de los artistas que expusieron —por no decir todos— pecaron no solamente de soberbia en sus cuadros, de pereza en sus títulos y en su ejecución, además de sus propuestas, sino de vanidad. El pecado, obviamente, favorito del Diablo.
Soberbia
La soberbia es considerada el primer pecado. Fuimos expulsados del paraíso, según algunas versiones, por ser soberbios ante los mandamientos del Señor. Dicho pecado, confundida como falso orgullo de los logros adquiridos, es lo que se ve en la muestra de ABAP-El Alto en toda su extensión. Aunque algunos artistas se inclinan por otros pecados más suculentos.
Al entrar a la exposición, nos recibe, a mano derecha, un cuadro de tamaño considerable. Su título, que posiblemente hace referencia a la gula, es ‘El Banquete’. Orlando Jaldin, coloca en su cuadro a unos perros peleando que salen… ¿del agua? Tal paradoja en el cuadro, que se inclina por el barroquismo, simbólicamente no tiene contenido para una lectura más honda, ni fuerza en su ejecución, ni uso adecuado del color y proporciones. Asimismo, los tres cuadros en la pared del fondo, los gatos, la cabeza de cordero, el zapallo y la granadina no ayudan a profundizar en su propuesta. Recordemos que la granadina, así como el zapallo, son símbolos de la lujuria y no de la gula.
Alejandro Sanz Santillán se concentra en este pecado —la lujuria— con ‘Intocable’. Su propuesta es pintar a una mujer de espalada y desnuda, utilizando el fondo de una guitarra como soporte. Además, coloca un mechón de cabello y unas balas en los clavijeros. Lo intocable, creo yo, no es la mujer, sino la guitarra, pues ya no funciona ni como pintura ni como instrumento. Acompaña a este cuadro, la propuesta de Jhonny Quevedo con ‘Lujuria’, donde literalmente pintó a un cantante acompañado de tres vulvas. Peca de la misma manera que Sanz; es decir: de soberbia. De la misma manera, el dibujo de Juan Mayta. Junto a este grupo de pecadores, está Jaime Pari Zurita con su cuadro ‘Sin título’, donde una niña con celular en mano no se percata del diablo que se asoma. Pintura moralista con la tecnología, falto de composición y carente de propuesta.
En el caso de ‘Deseo’ de Rubén Perales, la literalidad juega en su contra, porque tenemos a una mujer agarrando una copa cuyo contenido es un hombre. Lamentablemente, la los colores están sobresaturados y la copa carece de proporción. Mismo hecho, pero en diferente sentido, pasa con ‘Codicia’ de Elias Huajlliri con una fotografía digital en un marco torcido en la esquina inferior derecha. La literalidad que señalamos, además, está en otros dos cuadros. El primero es ‘Pecado Original’ de Douglas Rivera, donde falta el dominio de la anatomía y de las formas. El segundo que cae en este error es de Milka Ponce con ‘Origen’, donde falta definir el tratamiento de la mano agarrando la manzana (de la discordia), dando como resultado obra descolocada.
La pintura que corona la soberbia en su ejecución es ‘Hibris’ de Orlando Jaldin. Esto no por la soberbia de su tamaño, que es de 170 x 140 cm, sino por la propuesta. Desglosemos. En una proporción no acorde con el resto de los objetos, tenemos a un carnero. En la parte inferior de este animal, encontramos a dos pavos reales y tres patos del lago mucho más pequeños. En la parte posterior del carnero, tenemos a unos cuervos que, poco a poco, se van transformando en humanos. El cuadro, hasta aquí, no tiene ninguna relación con el concepto de ‘HYBRIS’. Recordemos que la Hybris, para los griegos que fueron los que acuñaron el concepto, significaba desmesura; la cual era castigada por los dioses a aquellos que sobrepasaban el terreno de lo humano para alcanzar lo divino. En consecuencia, nada de lo representado por Orlando Jaldin en su cuadro tiene una relación con el ego desmedido.










Pereza
A la izquierda de ‘Hibris’ de Jaldin está la propuesta de Adda Donato con ‘Narciso’. Cuadro que tiene muchas falencias. Primero, la composición anatómica no es simétrica. La iconografía no es correcta, pues Narciso no tiene ninguna relación con una mariposa lila, como se encuentra en su pintura. El tratamiento, por último, de resolver la mano con espátula y el resto del cuerpo con pincel es bastante notorio y molestoso, porque vemos la improvisación de Donato. Si bien hay cuadros con maestría en el tratamiento de su técnica, como es el caso de Froilan Cosme, lamentablemente le ganó el pecado de la pereza, pues, presentó una obra de 2018 y otro de 2020, pero como si fueran de 2023. Hecho similar pasa con los dos diablos de Reynaldo Chávez, que son del 2005; aunque no cometa la imprudencia de señalarlos en la ficha técnica como si hubieran sido realizados en este año.
Los cuadros con más contenido visual y soltura en el dominio de la técnica son los de José Torrez con ‘El diablo está entre nosotros’ en técnica mixta y digital. No obstante, el paspartú no le ayuda a resaltar sus obras, y en una de ellas el enmarcado tiene el corte presente, y en la esquina superior derecha está un poco de desprolijo. Cabría resaltar, en este punto, que En los detalles está el diablo.
El pecador más sobresaliente en esta parte de la exposición que criticamos es la de Luis Arias, con una propuesta que lleva dos títulos. El primero es la montada con un QR que dice ‘Escanéame’ y la segunda que dice ‘Hace tiempo que te debo una flor’, en la ficha técnica. Su propuesta final es un videoarte en formato vertical, con voz en off. La pereza absoluta, sin duda alguna. Así como los pasteles reciclados de Roxana Usnayo con ‘Sucesos’ y ‘Te voy a fumar’. Ambas obras, además de estar desprolijas, fueron presentadas en la exposición de arte fantástico hace algunos años. Aunque si hablamos de desprolijidad, deberías citar el dibujo sobre grafito de Atilio Morales. Propuesta que está encalaminada y su título no tiene relación con lo representado ‘El cielo y el infierno de Dante’.
La pereza por sí misma no es un pecado. Lo pecaminoso son las consecuencias que conlleva estar dominado por este estado de ánimo, pues nos conduce la pereza por el camino de la apatía, de la acidia y el desgano. Todas estas condenadas, no solo por Dios, sino por la sociedad de consumo.












Vanidad
La vanidad, que es sinónimo de la soberbia, también puede ser prima lejana de la pereza. Por soberbios caemos en el vano orgullo de nuestro ego. Así también por perezosos, porque creemos que el mundo está a nuestros pies y, por tanto, es innecesario hacer sacrificio alguno. Dicho de otra manera: si podemos conseguir todo con un chasquido de dedos, para qué molestarnos.
Entre las obras que caen en este pecado, está la de Adriana Bravo con ‘Sirena incendiaria’. Su grabado, que vuelve con la propuesta de representar vaginas, cae en la desprolijidad en las incisiones del trazo y en la carga de la tinta grasa que se ve en la impresión. Asimismo, en la parte inferior izquierda de la hoja está corrugada. La última propuesta en formato bidimensional es la de Rocio Chuquimia y Erlini Chové con ‘Exvotos: identificar, contar para agradecer y sanar’. Propuesta “naif” que no tiene un hilo conductor y peca, eso si y en todas sus dimensiones, de vanidad absoluta. Por último, tenemos una fotografía de Diablas de Iván Bueno que rebota más en lo mismo y las esculturas que podrían no haber estado, pues, no hay una línea narrativa en la muestra. Lo cual no ayuda a su lectura. Asimismo, los escultores pecan de todo lo que mencionamos líneas arriba.
La exposición de ABAP-El Alto denominada ‘Pecados Capitales’ abuso de los pecados señalados. Con mayor planificación se podría realizar una propuesta más interesante y llamativa. No cabe, por tanto, seguir observando cuáles serán sus próximos pecados. Aunque esperemos que no sean el colmo de todos ellos.




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