UN EROTISMO SIN PASIÓN
[CRÍTICA A LA EXPOSICIÓN DEL COLECTIVO CONVERGENCIAS ARTÍSTICAS]
Recibir estímulos que provoquen placer es mucho más fácil en la actualidad que en la época Victoriana. Hoy en día, podemos ver una imagen sugerente por las redes sociales, comprar una película o un libro con relatos bastante insinuantes a precios módicos. Asimismo, es más recurrente tener conversaciones sobre nuestra sexualidad y sobre lo que nos encamina en el mundo del erotismo con personas que hablan libremente sobre sus experiencias y fetichismos.
En contraposición, en la época Victoriana, había una prohibición más que férrea contra todo tipo de placer o estimulo. Las mujeres, por ejemplo, debían cumplir una serie de normas para el buen comportamiento y, a su vez, mantener su reputación intacta. Aunque, claramente, los hombres no eran la excepción a estas reglas. Otro dato interesante es que se consideraba a la autosatisfacción como un vehículo directo hacia la locura. Por ello, Michel Foucault realizó un análisis por demás interesante en su ‘Historia de la locura’ e ‘Historia de la sexualidad’ sobre esta época caracterizada por las represiones.

Sabiendo esta contraposición de épocas, resulta extraño encontrarnos con una exposición donde reine la nulidad del concepto y la propuesta de la sexualidad y el erotismo en las artes. Según el Curador y Artista Plástico, Luis Vedia, que escribió el catálogo, señala que: “en esta muestra nos encontramos con artistas que han decidido explorar este tema [del erotismo] […], cuyo eje principal es la mujer, que representa la sensualidad y el erotismo.” Sin embargo, la misma propuesta de los artistas únicamente se focalizó a representar a la mujer en diversas poses, como sinónimo de erotismo, pero sin llegar a ser sensuales. En otras palabras, no hubo una exploración de otros tipos de sensualidad y erotismo, así como tampoco una investigación que ahonde los diversos modos de sentir y trasmitir este sentimiento y placer por medio del arte.
Las obras de la exposición, además de carecer de buena factura, también carecían de audacia y atrevimiento. La obra más erótica, en ese punto, es la realizada por Oscar Condori con ‘S/T’, donde su talla en roca ígnea nos sugiere un cuerpo femenino y, en medio de sus curvas, una ranura que atraviesa toda el alma de la piedra, de extremo a extremo. La otra que acompaña a las más sensuales frente a las demás, es la de Braulio Condori Sausa con ‘Tomada por el sol’, donde la figura de una mujer de pelos largos y cuerpo altivamente sugerente nos invita al pecado con una mirada en sanguínea. Las otras obras de estos artistas, por algún motivo carecieron de fuerza expresiva, salieron de los márgenes del erotismo o utilizaron colores que desfavorecieron sus propuestas. Este último punto, paso con ‘Pudor perdido’ de Braulio Condori Sausa y ‘Contra la pared’.


Tania Aneiva con sus propuestas sale del común del conjunto de obras, aunque ese alejamiento no le acerca al erotismo. Al contrario, son obras íntimas y abstractas. Así lo podemos notar con ‘Es sutil’, ‘Esencia,’ ‘Biombos’, ‘Etérea’ y ‘Venus’. Esta última con título erróneo, porque vemos a un cupido. Carlos Cordero Montiel, por su parte, presente un estudio anatómico en sepia, pero no hace una exploración de alguna pose erótica o sensual. Es un sueño frígido. Mismo caso pasa con ‘Miradas ocultas’ de Susana Cayoja.




La búsqueda del erotismo, como propuesta y temática en el arte, puede ser un sueño intimista o un orgasmo religioso. El ejemplo más claro es el ‘Éxtasis de Santa Teresa’ de Bernini realizado en 1652. Obra que causó polémica y revuelo en su época, porque el ver el rostro de la virgen, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, es un placer visual que provoca no solo reflexiones intelectuales. Esto, lamentablemente, no pasa con: ‘La fuente’ de Christian Aranibar Salinas; ‘En aras de la libertad’ y ‘Velando tus sueños’ de Giovanna Jauregui; ‘Eterna Serenidad’ y ‘Fluir en éxtasis’ de Elias Huajlliri; ‘Sueños de Luribay’ de Edgar Quispe y ‘Flacidez’ de Martina Noriega. Todas estas obras carecen de esa exploración del orgasmo religioso y de toparnos con un sueño húmedo. Son, por el contrario, obras que reflejan una caída de la libido o la abstinencia en la exploración intima con uno mismo.








En ese sentido, el erotismo también tiene una vertiente que juega con el dolor, el sufrimiento y la dominación. En síntesis, estamos hablando del erotismo sadomasoquista. El mundo del BDSM (Bondage, Disciplina-Dominación, Sumisión y Masoquismo) es un elemento que ni siquiera se exploró. Al contrario, algunos artistas se focalizaron en la exploración del erotismo fantástico, pero con un resultado nulo. En ese campo tenemos: ‘S/T’ y ‘Sueños’ de Li Blanco; ‘Selva Herida’ y ‘Momento de Paz’ de Martina Noriega y ‘Pasión infinita’ de Susana Cayoja. De la misma manera, tenemos al paisajista Edgar Quispe con ‘Origen’.






Aunque en la muestra, donde reino la flacidez del éxtasis y la abstinencia íntima de la autoexploración erótica, también hubo cuadros que sobresalieron en la flojera de hacer una investigación más honda sobre el erotismo. En ese marco tenemos las obras de Christian Aranibar Salinas con ‘El secreto’. Pero la que se lleva la estatuilla, en esta exposición, es Maribel Mamani Quispe con ‘Turbación’.


Al analizar la exposición del Colectivo Convergencias Artísticas, resulta demasiado problemático hacer un balance de una temática tan interesante al comparar con cuadros de hace 500 años, donde las prohibiciones eran el pan de cada día. Al contario, saltan las siguientes preguntas dentro del contexto actual y es: ¿cómo se vive el erotismo en una sociedad tan prejuiciosa, con tantos tabúes y tan poco pasional, como la andina? Es decir: ¿Cómo se puede reflexionar el arte erótico en tierras altas, cuando reinan cuadros sin pasión, sin éxtasis, sin exploración del erotismo? En una sola palabra: ¿existirá el erotismo en los Andes bolivianos? La respuesta, después de observar esta exposición, es un rotundo: NO.
