ORIGÁMICA
[TEXTO CURATORIAL DE LA EXPOSICIÓN ORIGÁMICA DE ÁNDREA MARTELA Y SERGIO GUARACHI]
La separación de la prehistoria en historia se origina en la invención de la escritura en tablillas de arcilla. Asimismo, ocurre con la imprenta de Gutenberg para originar una reforma en la iglesia del siglo XVI con Martín Lutero. En ambos soportes el hombre pudo conquistar su verbo, plasmar su pensamiento y reproducir su voz.
En los talleres los escribas recorrían el papel y la arcilla. Sabiendo que el primero nace del segundo a través de la corteza del árbol. Esta transición fue observada por el cortesano chino Ts’ai Lun, de la dinastía Han, en el año 105, transformando la historia de la humanidad con su invento. Ambos elementos —papel y arcilla—, por tanto, comparten un gen universal: ser receptores de mensajes.



La arcilla —creada por la mezcla del barro y la cocción del sol— sirvió como soporte para grabar la palabra divina de nuestros antepasados. Posteriormente, el mismo barro ayudó a que naciera un pino noble de corteza escamosa que, mediante un procedimiento químico, formara una lámina de fibra celulosa para imprimir nuestra palabra.






La palabra escrita, en consecuencia, es la constructora de mundos imposibles. El neologismo acuñado por Guarachi y Martela, Origámica, posee ese verbo divino, donde las figuras cobran vida. La unión de su voz se refleja en la unión de su arte. Martela crea sus piezas como una madre que da vida con un soplo. Las protege como un ave posándose en su nido; es decir: con sumo cuidado, pues sabe que, aunque hayan salido las piezas del horno, aún pueden quebrarse al colocarlas en su base. Guarachi, por su parte, despliega su mente en una ingeniería invertida para captar el movimiento de sus seres. La hoja mágica con pliegues infinitos es su caminar aéreo. Ambos combinan lo mejor de cada uno, pues para volar hay que tener los pies en la tierra. Por eso la elección de las grullas en esta exposición. Por eso el mezclar Origami con Cerámica.
Sabemos muy bien que la arcilla y el papel nos dan una representación ligera, sin ataduras y rebosantes del arte de la meditación. Las figuras de Martela y Guarachi están cargadas de una metamorfosis contemplativa con un delicado diálogo alrededor del silencio creativo de un taller a lo alto del mirador. De Killi Killi. Por ello, la relación entre arcilla y papel, modelado y plegado, horno caliente y agua fría dan paso a una simbiosis artística.










Concentrémonos, por último, en esa ave consagrada a la esperanza y la libertad que posa en los pliegues del papel, recordando su recorrido, su tránsito estacional, su navegación junto con las nubes. Sintamos las manos que doblan el vuelo, que aprietan las arrugas de la carne, que pellizcan las plumas y moldean el huevo de corteza dura y blanda, con esa frágil ante la inclemencia del aire y la resistente que nos produce la lejanía. Huevo y grulla, frágil y corpóreo, eclosión y libertad, son metáforas de un silencio cargado de estallidos orgánicos. Celebremos, pues, esta exposición con todo su esplendor.




La exposición estará hasta el 12 de junio, en la Casa de la Cultura Franz Tamayo.