Los tres mitos aparentemente disímiles de Martín Mercado. Respuesta a su comentario.

Después de analizar si responder o no el comentario de Mercado. Escribo estas líneas a modo de comenzar mi respuesta, pues me parece necesario realizar estas aclaraciones, porque considero que es mejor despejar nieblas, que crearlas desde el principio. Primero, creo conveniente remarcar que el entrar en un debate de análisis lógico y retórico, muchas veces se cae en lo mismo que se denuncia, es decir se cometen los mismos errores u otros peores, por tanto me parece innecesario ir por ese terreno embrujado. Segundo, la reducción es un recurso del pensamiento, lo cual no es penalizable, sino todo lo contrario. Entonces, el focalizarnos en ciertos temas que nos llaman la atención más que otros es totalmente valido. Tercero, me disculpo por el cambio de campesino por labriego en mi texto, sin previa enunciación. Aclarado estos puntos, continúo.

Mi anterior escrito no fue una crónica del evento, sino más bien un comentario crítico sobre dos aspectos que me parecieron los más relevantes e interesantes del conversatorio suscitado semanas atrás. Por ese motivo, me tomé la libertad de hacer una reflexión respecto a lo que creo es cuestionable.

Sin embargo, Martín Mercado tiene razón en lo siguiente. Es verdad que él emitió, en la conferencia, otras dos metáforas que son: la del artesano y la del cocinero –esta última citando el escrito de Bertolt Brecht que titula: preguntas de un obrero que lee. Mas, estas dos metáforas no tuvieron mayor repercusión entre el diálogo con Luis Claros, como tampoco significó una toma de posición entre ambos. Y personalmente, tampoco me llamo la atención para una reflexión. Es por eso, que, como mi anterior escrito no es una crónica, me tomé la libertad de concentrarme en estas dos metáforas que conllevaron a una toma de posición, un intercambio interesante de posturas y que me suscitaron a reflexionarlas y, posteriormente, a cuestionarlas. Manifestado todo esto, creo que es innecesario seguir en aclaraciones del anterior escrito, por tanto paso a lo que me comenta Martín.

Él plantea que las otras metáforas no abordadas (cocinero y artesano) tienen diferencias. Pero, desde mi parecer son muy parecidas. Pongo el énfasis en lo relativo, aunque Mercado ya me haya dado la razón, pues dice: “el cocinero y el artesano son ex campesinos inmigrantes, aunque no lo sean todos”. Opinión lanzada más para el aire que para la realidad. Pero, para no dejarlo aquí, desarrollo mi punto.

El campesino es el que con esfuerzo y sacrificio labra la tierra para la siembra, después de un tiempo determinado, realiza la cosecha para cambiarla por otros elementos que él no produce o, en el peor de los casos, requiere para su subsistencia. Este campesino –como dice Mercado– es el que medita desde un punto lejano sobre la ciudad, que no la aprecia como ´lo otro´ sino como el hijo ingeniero. En el caso concreto del artesano y del cocinero, ambos son productores de objetos que se utilizan o se consumen, por un lado, en lo cotidiano y se reactualizan o se recomponen, por otro.

Los tres personajes tienen características principales: la paciencia, el alejamiento, lo premoderno (que se comprende por valores éticos, estéticos y políticos de vieja data que son positivos como también negativos. Además estos conceptos no son exclusivos de la sociología como cree Mercado, deslumbrando otra vez su actitud purista de concebir la filosofía. Lo cual, creo yo, que no es malo ni negativo, pero si cuestionable, es decir: criticable). Del campesino, al cocinero pasando por el artesano, ya sean estos inmigrantes o ex campesinos o no, se encuentran en una situación intermedia en la sociedad; pues, el campesino no llega a ser un ingeniero o un agrónomo, como el cocinero no es un gastrónomo o chef, y el artesano, un artista. En correlación estos últimos (ingeniero, agrónomo, gastrónomo, chef y artista) se dan, sólo y únicamente en la polis, en la ciudad moderna o en un lugar más complejo que el campo. La ciudad además, requiere de personas con un grado de cualificación técnica como teórica.

Por otro lado, estas metáforas al igual que el zapador, sólo puede defender lo que aman, porque no puede defender lo que odian o desconocen. El artesano, el cocinero y el campesino, por tanto harán lo mismo que el zapador. Por ejemplo, observemos el caso de Bolivia y la insistencia por la formación y consolidación de la identidad nacional con énfasis en todos los estratos de la sociedad. Esto se produce para conformar el sentimiento patrio y en consecuencia la defensa de la patria chica y de todos sus símbolos que la representan y la identifican.

Es segurísimo que aunque estos tres sean impávidos por las guerras –como mencionó Mercado en el caso del cocinero que trabaja en tiempos de paz y de guerra para guerreros y conquistadores–, no lo serán hasta que les arrebaten lo que más aman y desean, acto totalmente humano. Y, en ese momento, serán los primero en pensar en envenenar a los que dan de comer.

Para dar otro ejemplo, más contemporáneo, pongamos atención a lo que menciona George Steiner sobre Heidegger y Hitler. Aquel menciona que ambos teóricos coinciden en posturas de pensamiento, es decir en el  autoritaritarismo y totalitarismo, porque venían de familias campesinas. Lo cual tampoco es casual, que Heidegger, por un lado, haya sido parte del nacionalsocialismo y que después no emita ni una palabra sobre el holocausto y Auschwitz, por otro.

Más allá de estas diferencias, que seguramente Mercado estará en desacuerdo. Me detengo en un punto que me llamó muchísimo la atención, y es la referencia a la concepción  que elabora Mercado sobre lo que es crítica, pues en su comentario dice: “hoy en día la palabra critica parece un término sin concepto definido; un simple sinónimo de pleito, debate, pugna y cualquier otra palabra que podría bien aparecer en los noticieros de hoy”. Este acto reducionista –acto que coleriza a Martín Mercado pero lo utiliza muy bien–, la realiza atribuyéndole todos los elementos negativos, en contraposición a las otras posibilidades positivas que tiene.

Terminó este escrito en este punto, pues los otros que mencionó me parecen irrelevantes, además de alambicados. Sin más, entiéndase esta crítica –y la otra– como un cuestionamiento. Aspectos propios de la filosofía y del filosofar.

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