LOS INDIGNOS EN EL PODER [1]

La irradiación de la intolerancia, la xenofobia y el abuso de poder en toda América avanza como un cáncer; las declaraciones de presidentes y de candidatos a la misma son una clara muestra de ello.

El arquetipo más claro en Norteamérica es el candidato a la presidencia por el Partido Republicano de Estados Unidos: Donald Trump. Quien, con un discurso xenófobo, machista, retrograda, conservador y simplista lleva adelante una actitud muy fuera de tino para el siglo XXI, promoviendo la intolerancia, la irracionalidad y sobre todo el amor al miedo. Los discursos de Trump, sumados a los asesinatos de personas afroamericanas por parte de la policía pueden tener una relación de causa y efecto invernadero inmediata; ya que los índices de violencia y la xenofobia acompañada de la intolerancia se incrementaron significativamente en las escuelas y en las universidades en Estados Unidos.

En Centroamérica tenemos un caso en concreto también: el de Daniel Ortega. Presidente de Nicaragua desde el 2007 hasta el presente, gracias al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Mismo que para el mes de noviembre volverá a candidatear, ahora, junto a su esposa Rosario Murillo. Sin embargo, este hecho no es lo peor que le puede suceder al país del poeta Darío, por lo de antidemocrático que conlleva el acto; sino porque Ortega tiene una denuncia desde 1998 de violación sexual por parte de su hijastra Zoilamérica Narváez Murillo, que se encuentra ahora exiliada en Costa Rica.

Zoilamérica fue violada desde niña hasta su edad adulta. Este acto lo sufrió por parte de su padrastro. Lo inaudito es que hasta la fecha no se hizo absolutamente nada. Éste hecho muestra que la diligencia por parte de las autoridades judiciales no existe; que el poder Estatal es mucho más fuerte que la del individuo; y, que todo – cuando se controla por y desde el poder– puede esconderse, taparse y camuflarse. Por otra parte se comprueba el autoritarismo, la política como dinastía y la desfachatez gubernamental al promover a Rosario Murillo como vicepresidente para los próximos comicios a efectuarse en noviembre de este año.

Es así que Zoilamérica, primero, sufrió violencia sexual; y, ahora, sufre violencia Estatal, ambas provocadas por el mismo individuo: su padrastro, el Presidente de Nicaragua. Lo cual nos lleva a la conclusión de que no existe un respeto hacia el otro; que hay una sumisión y complicidad total, no sólo por parte de Rosario Murillo, sino, también, por parte de todos los poderes del Estado, como ser el Tribunal Electoral y la Corte Suprema de Justicia, por nombrar algunos.

En Suramérica la situación es más peliaguda. Nicolás Maduro, Presidente de Venezuela, es el mejor ejemplo; ya que, en la gran marcha denominada la toma de Caracas, del 1 de septiembre de este año, la población venezolana, que se encuentra en la cuerda floja por las malas decisiones de Maduro, pidió un referéndum revocatorio. La intolerancia y el autoritarismo de Maduro se ven claramente: manifiesta primero en la actitud de obligar a los medios de comunicación a trasmitir el documental  Puente Llaguno: Claves de una masacre, realizado por Ángel Palacios. El documental, con duración con más de dos horas, muestra desde una postura partidista los hechos que se realizaron el 11 de abril del 2002 para desalojar a Hugo Chávez del Palacio Presidencial de Miraflores. El segundo hecho que deja de manifiesto esta actitud es la represión policial; y por último el tercero es el discurso de Maduro en que hace gala, no de la investidura de un Presidente, sino de bufón que declara payasescamente lo sucedido, ello, ya muy común en él.

Bolivia no es la excepción. Si las acusaciones de Trump provocan la intolerancia y el realce de la xenofobia, imaginémonos en Bolivia lo que sucede con los discursos gubernamentales, que a lo largo de 10 años vienen realizándose con más énfasis. Desde la represión de Chaparina hasta el discurso del Vicepresidente en vísperas del 21F. Si los actos de violencia física y psicológica de Ortega están lejos de realizarse en Bolivia, veamos lo que sucede, en la acción de Ministerios, Viceministerios y autoridades en el uso de poder, donde pueden contarse ejemplos varios y diversos, desde la violación sexual que se efectuó en la Asamblea Legislativa en Sucre hasta la violencia psicológica que se hace a investigadores y periodistas al emitir su voz disidente. Si el uso manipulador por parte de los medios, la represión policial y los discursos estultos de Maduro nos resultan extraños, sólo recordemos: la manipulación mediática y la eliminación del discrepante en los medios masivos de comunicación en vísperas del 21F; lo que se les hizo a todas las personas con capacidades diferenciales, como uno de los tantos hechos de represión y los largos discursos de Morales en donde se muestra un desarrollo ascendente progresista, pero, en realidad es una retórica discursiva tan igual como la de Trump, Ortega y Maduro, en donde se establece la visión Schmittiana de amigo/enemigo como política de construcción para la identidad, tal como menciona Byung–Chul Han.

Los mencionados en este artículo entran en lo que Boecio decía: “El poder es incapaz de hacer dueño de sí mismo al que es prisionero de las cadenas insolubles de sus vicios. [Es así que] cuando un alto cargo recae en lo hombres indignos, lejos de hacerlos dignos, los delata, haciendo patenta su indignidad.” Por tanto lo que cada uno de nosotros tenemos que hacer, para evitar que estas personas indignas tomen el poder, es hacer algo doloroso; es decir: dudar, desconfiar y preguntarnos; y, no así, recaer en los prejuicios colectivos, en las certezas tranquilizantes y, sobre todo, en echar la culpa al foráneo por nuestras propias desgracias. Triada santa que se escucha ya desde el colegial más fanático hasta el gobernante más estulto.

1 https://www.eldia.com.bo/index.php?cat=162&pla=3&id_articulo=211534 [publicado el 25 de octubre del 2016 en el periódico EL DÍA de Santa Cruz de la Sierra/ Bolivia]

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