DESOLACIÓN Y DESCOLONIZACIÓN DE MILLENNIAS Y CENTENNIALS
[CRÍTICA A LA EXPOSICIÓN HABITANTES DE CHRISTIAN LANZA Y CRISTIAN LAIME]
Después de los hechos de la II Guerra Mundial y el descubrimiento de los campos de concentración en Rusia y Alemania, Theodor W. Adorno sentencio: escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie. Esta sentencia, que hasta el día de hoy causa escalofríos, puede ser una puerta para entender el fenómeno cultural en torno a la pintura del siglo pasado. Rusia, por ejemplo, desde la I Guerra Mundial, había creado el constructivismo ruso. Movimiento que enarbolaba los ideales de la revolución, el comunismo y lleva el arte al pueblo. EEUU, por su parte, se consagraba como potencia mundial y capital del arte moderno. En consecuencia, muchos artistas empiezan a alejarse de la representación mimética de la realidad y la descripción poética del mundo. Por ello se inclinan al primer gran movimiento artístico de EEUU: el expresionismo abstracto.
En nuestra actualidad, así como en el siglo pasado, vivimos en un estado de nihilismo revolucionario. Las nuevas generaciones —millennials y centennials— viven rodeados de estímulos visuales constantes y en una ansiedad absoluta por querer la respuesta inmediata a sus deseos más caprichosos. Frente a su nihilismo ansioso, provocado por las dos palomitas de WhatsApp, también se aferran a causas progresistas que le dan un significado, un terreno seguro y un código moral a su existencia.
Mark Rothko, en el siglo pasado, representaba el estado de ánimo de los estadounidenses, después de la II Guerra Mundial. Él, que era parte del expresionismo abstracto, en 1925 expresa su mundo interior por medio de la pintura. No será, empero, que en 1947 empezará a pintar cuadros de grandes dimensiones, con capas finas y sobrepuestas, para dar presencia a sus sentimientos. El letón-estadounidense visualizaba el arte como una expresión religiosa y emocional. En ese sentido, busca expresar las más básicas de las emociones universales, investigando la pintura como campos de color absorbentes, donde el espectador se conmueva sin identificarse con su entorno.

Christian Lanza, inspirado en la propuesta de Rothko realiza cuadros de gran formato, con colores divididos y pinceladas sueltas, difusas y tímidas. Llevándonos a paisajes abstractos y expresivos. No obstante, presenciamos en sus cuadros rothkianos figuras suspendidas en planos rectangulares difusos que absorben al espectador en su explanada soledad. Sentimiento que otro gran pintor norteamericano se enfocó: Edward Hopper. El pintor de las escenas de silencio y desolación que retrata a la sede del arte moderno como un lugar gélidamente atrayente y profundamente desconcertante.

Christian Lanza, en la exposición en Puro, sintetiza a Rothko y Hopper. Ambos pintores reflejaban esa vida americana alejada, fofa e insípida que les toco vivir. En el caso de Lanza, apreciamos esa desolación causada por las redes sociales, el nihilismo de una vida artificial que cada vez la generación de los millennials y centennials abrazan con tanto ahínco. ‘Cenicienta en chapulines’, por ejemplo, refleja el absurdo de la sociedad actual que está enfrascada en la superficialidad de las cosas. En su cuadro, ambas figuras no reflexionan sobre el abismo que necesitan atravesar para recuperar un objeto material insignificante. En ‘Ascenso’ o ‘Amor en la muela’, Lanza expone el amor, que debería ser un frenesí ascendente a la locura, como una fría caricia de invierno.







‘Mecanismo de defensa’ y su serie ‘Raíces’, por su parte, son cuadros en formato circulares de figuras femeninas suspendidas en una dicotomía posmoderna: identificarme con las raíces de ‘Mi corazón’ o quedar en el limbo de una identidad globalizada y neutra: el mestizaje. Cabe en este punto señalar, que la obra ‘Mi corazón’ no se encontraba en la exposición el día que fuimos, puesto que había sido llevada para ser arreglada. No obstante, puede ser esto que no sea cierto, pues en la semana de la exposición de ‘Habitantes’ se hizo una muestra de fotografía. Hecho que posteriormente los cuadros estaban fuera de lugar y, por tanto, alteró la propuesta curatorial de los cuadros en el día de la inauguración. Algo que perjudicó en la apreciación de las obras. Siendo, además, una falta de respeto hacia los artistas y al público. Otro punto a señalar es que las obras de Lanza ya fueron expuestas antes, pero no de manera conjunta como esta vez.






En la exposición de ‘Habitantes’ también estuvieron los cuadros de Cristian Laime. Artista que recupera el oficio de los maestros del barroco flamenco, quienes hicieron de puente y de timón de una época convulsionada entre el catolicismo del sur y el protestantismo del norte. Pedro Pablo Rubens, Anton Van Dyck, Rembrant, entre otros, realizaron encargo para la iglesia y para los reyes, creando imágenes de santos o mitos grecolatinos. También realizaron hermosos retratos de los burgueses más poderosos de ese entonces. Cada retrato muestra el dominio de la luz y las sombras, de las texturas y las telas, de los sentimientos interiores y de las pasiones que nos impulsan seguir en el mundo.


El ganador del Salón Pedro 2018, en la exposición en Puro, acompaña a Lanza en un gesto de amistad. Respecto a sus obras, nos presenta una gran calidad técnica y narrativa visual admirable. Laime se concentra en retratar a indígenas en posiciones dignas, heroicas, altivas, guerreras; así lo podemos observar en ‘Sola’, ‘Colonialista’ y ‘S/T’. El arte de Cristian, en ese sentido, es poco común en la historia del arte en Bolivia, que se enraizó en el retrato de la miseria y la pobreza. Por tanto, su temática es digna de todo elogio. Sus obras, que representa a reyes y altos funcionarios de las cortes europeas, están con sombreros borsalino, topos, aretes y mascaras de morenos. Encontrándonos en la serie a ‘El Conquistador’, ‘Carlos II de Inglaterra’ y dos cuadros sin títulos. Acompaña a esta serie el expresidente Melgarejo.











En la exposición ‘Rostro Eterno, El legado de una madre’ que se realizó en el Museo Nacional de Arte, por otra parte, apreciamos obras como ‘Fraternidad’, ‘Polos opuestos’, ‘Sagrada Venus’, y ‘Eterna rosa’, donde Amalia Yujra —la madre del artista— es su musa inspiradora de la mayoría de sus cuadros. La muestra fue organizada para celebrar el día de la madre; lo cual es otro gesto destacable por parte del artista.










Si bien Lanza representa a una generación descarrilada por la inmensidad de la sociedad del consumo en la era de las aplicaciones; Laime, por su parte, representa la generación de los artistas descolonizadores, quienes reivindican sus orígenes y raíces, pero sin despreciar el faustoso mundo occidental y su tradición. En suma, ambos artistas, en aceras distintas, están retratando el mundo que les toco vivir. Uno con la desolación del mundo digital y el otro con el compromiso y la promesa de la descolonización. Cabe solamente esperar más de ambos, y que no caigan nuevamente en descuidos en el tratamiento de los soportes.


