DE PREMIOS Y PREMIADOS

[ÚLTIMA ENTREGA CRÍTICA AL SALÓN PEDRO DOMINGO MURILLO, 2023]

En estas tierras ganar un premio es entrar al Olimpo de los Dioses. No es de extrañar, por ejemplo, que la sociedad boliviana llore a mares —valga la ironía— por haberle ganado, un primero de abril del 2009, 6 – 1 a la actual campeona del mundo, Argentina. Asimismo, no es casual que se hayan vuelto un himno, la canción de la familia Valdivia, cuando Bolivia clasificó al Mundial en 1994.

Las casualidades, sin embargo, no solo están en la escena del balón pie. También las encontramos en el cine —con UTAMA y la glorificación que se le hace a la película y con el premio Goya que obtuvo Daniela Cajías, donde el Gobierno se sumó a la celebración, en algo que nunca ayudo; en el básquetbol —con Josh Reaves—, donde solo debemos recordar los mensajes que recibía para que se convierta en futbolista, y así, como arte de magia, ayude a la selección boliviana a clasificar al mundial organizado por la FIFA. Ni que decir de todos los mensajes a la esposa del astro francés, Paul Pogba, María Zulay Salaues, en redes sociales.

En el caso de las artes plásticas contemporáneas, las cosas no son muy diferentes. Los artistas son semidioses o dioses completos al recibir un premio en alguna categoría. Se vuelve intocables como si se convirtieran —en el acto de recibir su premio— en una estatua religiosa. Por tanto, incriticables. Lamentablemente, la crítica, en sentido fáctico, es atea. No cree en dioses, ni en estatuas, peor en elefantes blancos. Es decir, cumple la sentencia del Estado Plurinacional al pie de la letra, pero, cambiándole un término: todos somos iguales ante la crítica. Esto, evidentemente, establece que el crítico también puede ser criticado, pues, él tampoco es un Dios.

Este año, en la 71° versión del Salón Pedro Domingo Murillo, hubo varios premios designados a artistas que, según el jurado que trabajó ‘ad honorem’, no tuvieron la calificación más alta. Para esta entrega crítica no tocaremos las obras que cuestionamos en la primera. Por tanto, comencemos con la categoría de Grabado. La obra ganadora otorgada a Juan Mayta con ‘Profecía Andina’ es un gofrado que no llega a la categoría. Esto porque la profundidad del relieve ejecutado con la matriz no produce un contraste de valor. La primera mención ‘Tinku’ de Genaro Aliaga tiene una mala presentación y no tiene algún elemento a destacar con relación a su título; es decir, su propuesta es diferente a su intención. La obra destacada, ‘El alimento de los sicarios’ de Oscar Velásquez servía para una exposición en los años 80, donde el recuerdo de la dictadura aún estaba vivo. Seguramente es un premio a la técnica y porque colocó a Luis Espinal en su composición.

En la especialidad de Otros Medios, no hay nada que decir. La categoría —si no habría la consigna leguleyezca de premiar si o si a quien sea— debería ser declarada nula. Todas las obras tienen múltiples problemas. Desde la desprolijidad hasta la falta de propuesta. Con la excepción de ‘Memoria Corpórea’ de Gladys Cruz, pero, necesita mejorar en la presentación visual. Los detalles de sus luces y los acetatos que utilizó para iluminar su propuesta son imperdonables.

En la especialidad de Dibujo, hay un retroceso cuantificable. De la obra ganadora no diremos nada, porque lo hicimos en la anterior entrega. En esta categoría no hay menciones y, podemos decir, que el jurado acertó. ‘Fe mutilado el cuerpo’ de Christian Torrico es interesante, aunque no hay una propuesta concreta. Asimismo, el peso visual es excesivo. ‘El retorno’ de Fernando Jurado es excesivo en los elementos que componen la propuesta. Hecho que sucede en ‘S/T’ de Oscar Zalles, donde el personaje de su obra necesitaba más aire en la composición. De Daniela Elias Guillen, ‘Del 2019 y otras historias’, me parece que hubiera sido mejor presentar algo mucho más grande para apreciar sus dibujos al estilo naif. ‘Encuentros’ de Paula Bernal repite la propuesta de dos ancianos en la calle, pero, esta vez, con ángulo visual diferente. Por tanto: nada nuevo. ‘Reminiscencia’ de Rosmery Achata tiene buena técnica, le falta fuerza narrativa.

En la especialidad de Cerámica, el ganador fue Guillermo Rodríguez con ‘Espera del tiempo que transporta mis memorias’. En una sola palabra, estamos viendo la migración del concepto del sufrimiento de la tercera edad, en personas indígenas que migran del campo a la ciudad, que se representaba en la pintura, ahora ser ejecutadas en la cerámica. Si bien el trabajo es impecable, la propuesta es la misma. En mención de la especialidad tenemos a ‘La lujuria del hábito’ de Flavio Ochoa, una propuesta unifocal con dos penes; el primero en la cabeza y el otro en la pelvis. Inmerecido el premio. ‘La develación de las buenas intenciones’ de Edilberto Huaranca tiene fuerza, dinamismo y contenido. Apelaría a que ese trabajo lo explote en propuestas menos contextuales con el tiempo que vivimos y creará su propio mundo expresivo. Por último, la obra de Raúl Choque ‘Inocencia Interrumpida’ merecía un premio mayor. ¿Tal vez un Gran Premio?

La propuesta narrativa, la facturación impecable y la metáfora visual sirven solo para elogiar el trabajo de Raúl Choque. ‘Imilla bandida’ de Ana Velasco Martínez es diferente e interesante; necesario ver una exposición con esa temática. Las demás propuestas, como ser de Fernando Antezana, Juan Carlos Limachi, José Mamani Gutierrez, Carlomagno Zapata, David Alegre Nina y Alan Justiniano, carecen de facturación, propuesta y elementos que ayuden para que estén en esta versión del Pedro. En una sola palabra: no debieron entrar a la exposición.

En la especialidad de Pintura ganó ‘Susuros’ de Lidia Mamani Blanco. Si bien la facturación es impecable, creo que hubo flojera en el jurado para calificar de mejor manera en esta categoría, porque hubo mejores propuestas. Una de ellas es ‘Emociones viscerales’ de Jorge Dávalos, que, fácilmente, podría haber ganado el Gran Premio del Pedro. Aunque su marco no ayudará porque le restaba protagonismo a su obra; algo que se acerca más a un marco al estilo UPEA que UPB. Eso, no obstante, no disminuía su acuarela sobre lienzo. ‘Nada es eterno’ de Delia Rivas y ‘Yo muerdo’ de Iver Rojas son premios merecidos. Incluso podrían haber tenido una mención. Asimismo, las obras de Jesús Huanca con ‘Memoria Inconsciente’, la de Juan Mayta con ‘Armonía cósmica’, ‘La Paz mundial’ de Alberto Valdez e ‘inconsciente individual fisurado’ de Gonzalo Gonzales.

Frente a todas estas obras, resulta sorpresivo que el Gran Premio del Salón Municipal de Artes Plásticas Pedro Domingo Murillo, de este año (2023), sea para ‘Una casa en llamas’ de Reynaldo Javier González Orosco. La obra ganadora carece de una propuesta narrativa y, a su vez, resulta ser un collage de personajes dispares y disociados. El título como los diferentes elementos en el dibujo a bolígrafo no ayudan a una lectura del cuadro. En cuanto a la facturación de ‘una casa en llamas’ hay muchas más cosas por señalar. Por ejemplo, todos sabemos que por protocolo un dibujo no tiene que tener vidrio difuso. Esto porque es necesario apreciar el trazo, los tonos y las texturas. El utilizar vidrio difuso, en consecuencia, es para engañar a la vista y ocultar errores. ¿Cuáles son los errores en la obra merecedora del Gran Premio 2023?

Para comenzar, en el lado izquierdo de la obra, junto entre la mujer-beata y la mujer-poseída, se ve la línea del grafito que empleó Reynaldo González. Sin ser suficiente, en el soporte que realizó el dibujo, papel de color blanco, fue pintado con acrílico o látex para ocultar manchas y resaltar las figuras. Esto, por un lado, se ve en la cabeza flotando de la Venus de Milo y, por otro lado, en la aureola radial. Todo esto, por tanto, da como resultado una obra mixta más que un dibujo puro. Por último, hay presencia de rebaba del bolígrafo en muchas partes de la obra. Lo cual, confirma el uso del vidrio difuso.

En suma, resulta muy preocupante que los artistas hagan gala de sus triunfos sabiendo que la competencia estaba plagada de malos trabajos. Estos triunfos parecerían, por ejemplo, la celebración de cuando la selección boliviana de fútbol profesional, a falta de clasificar a un mundial con todas las de las letras, gané la Copa Mundial de Personas Lisiadas.

Esperemos encontrar mejores obras para el próximo año, así como la realización de las exposiciones pendientes de Hans Hoffmann y de Miguel Yapur, ganadores del año pasado. Se suma a esta lista Jesús Cespedes Mérida, ganador de Premio de una Vida y Reynaldo Javier Gonzales Orosco, Gran Premio 2023 del Salón Pedro.

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