CUARTA ENTREGA CRÍTICA AL SALÓN PEDRO DOMINGO MURILLO, 2024

MENCIÓN DIBUJO  

Realizar una crítica al Salón Pedro Domingo Murillo (SPDM) después de un año puede parecer un ejercicio tardío. Sin embargo, la intención es ser consecuente con un trabajo de tres años de seguimiento crítico, más allá de la supuesta “caducidad” del tema, noción que, además, es bastante relativa. Cabe señalar, a manera de justificación, que en una anterior publicación de El Espejismo del Salmón consideré la posibilidad de desistir de continuar con la crítica de arte. La reflexión surgía, por un lado, ante el límite de publicaciones del plan gratuito de WordPress, y por otro, frente a los ataques personales por parte de artistas —ataques dirigidos más a mi persona que al contenido crítico de las reseñas. El primero de estos obstáculos fue resuelto; lo segundo, es inevitable en un pueblo tan chico y con un infierno tan grande.

Aclarado lo anterior, corresponde entonces retomar la crítica al SPDM 2024, en un intento por reconstruir el juicio a esta versión del Salón y revisar las decisiones del jurado, representado por el versátil Álvaro Ruilova, cuya trayectoria artística es indiscutible, pero cuyo criterio como jurado dejó mucho que desear para la mención de dibujo.

Las obras para esta categoría pueden agruparse en tres bloques: las que repiten temáticas, las que presentan un acabado técnico deficiente, y finalmente, las que merecen una distinción por su calidad o por abrir posibilidades dentro de la escena local.

Más allá de las temáticas reiteradas, también se hizo evidente una segunda categoría de obras cuya factura técnica plantea serias dificultades. Entre las temáticas más repetidas están: la representación de personas de la tercera edad, como en ‘La desesperación de la bestia al no poder contar los pelos del gato’ de Rubén Omar Cruz; la representación de los desposeídos, como en ‘Economía actual’ y ‘Lealtad’ de Olga Mireya García Rojas; o la niñez andina idealizada, como en ‘Un día’ de Adriana Nicol Padilla Pabón. También está ‘Código secreto’ de Fabiola Gutiérrez Gutiérrez, donde el cuadro representa la trata y tráfico, pero con una propuesta de tres paneles que no logra cerrar el mensaje. Estas obras reiteran la misma línea discursiva de pena, dolor y denuncia, presentes de forma constante en exposiciones paceñas entre 2024 y 2025.

En cuanto a las obras con acabados deficientes, tenemos varios ejemplos preocupantes. ‘Parvada’ e ‘Indio elenico’ (sic) de Richard Sánchez Jaillita buscan generar efectos con difuminado de carboncillo, pero el resultado es torpe y descuidado. ‘El día que desapareciste en las estrellas’ de Adrián Fabricio Rodrigo Villarreal no funciona ni conceptual ni técnicamente. Algo similar ocurre con ‘Eternaagonia’ de Yerko Antonio Escalante Arago: la figura central de un chimpancé está mal resuelta, sin luces ni sombras coherentes que generen profundidad. ‘Etéreo’ de Jheremy Cristian Arias Quispe no cierra en la idea que representa y el tratamiento del gráfico le falta intensidad.  

‘Sobreposición alternada del punto’ de Rubén Obed Pinto Pozo no conmueve ni formal ni simbólicamente; simplemente parece fuera de lugar. ‘Evolución-Involución’ de Leonardo Flores Espejo presenta un discurso moralizante con ilustraciones que saturan al espectador. En ‘Neorodivergente’ de Rita Mónica Arguedas Vargas, las proporciones corporales no están resueltas, y la transición entre luces y tonos medios es descortés con el espectador. En ‘Carnicería’ de Juana Leticia Gutiérrez Márquez, el problema es la perspectiva mal aplicada y la composición poco articulada. Lo mismo ocurre con ‘Cuando dejabas el Gran Poder por nosotros, papito’ de Jhossef Guzmán, donde la violencia explícita no se apoya en un lenguaje visual convincente. La que debería haber sido rechaza es ‘El encanto de Lilith’, de Alison Camila Apaza Mendoza, propuesta que nada esta resulto. Falta composición, no está resuelta la figura y la poco pulcritud es evidente en todo el cuadro. 

El encanto de Lilith, Alison Camila Apaza Mendoza

Entre las obras en la frontera se encuentran: ‘Ebrio ausente’ de Edwin Valerio Lucana Huallata, cuyo mensaje queda confuso. ‘He cambiado mi nombre tantas veces’ de Wilmer Mamani Chino —que parecería más pertinente en una exposición de Pepinos en febrero— destaca técnicamente por su tratamiento de luces y sombras, pero queda limitado por su temática. ‘La ramera 1390’ de Néstor Sánchez Quispe tiene una carga simbólica excesiva; reducir información visual podría llevarlo a un minimalismo más potente. De la misma manera la propuesta de Cristian Daniel Saavedra Álvarez con ‘El abismo: sociedad desequilibrada’, donde el exceso de figuras sobre pasa el objetivo del mensaje. 

Ebrio ausente, Edwin Valerio Lucana Huallata
He cambiado mi nombre tantas veces, Wilmer Mamani Chino
La ramera 1390, Néstor Sánchez Quispe
El abismo: sociedad desequilibrada, Cristian Daniel Saavedra Álvarez

Finalmente, es preciso detenerse en las piezas que, con mayor o menor justicia, resultaron premiadas, y que dan cuenta tanto de los aciertos como de las controversias en la deliberación del jurado. ‘Pérez V.’ de Miguel Ángel Chávez Mamani es una buena obra dentro del salón: atmósfera sutil, técnica refinada y una narrativa sin necesidad de énfasis moral. ‘Dios juega a las escondidas’ de Luis Enrique Sánchez Alquez brilla por su construcción visual y cada objeto está estratégicamente ubicado, como si se tratara de una ingeniería simbólica. Inexplicablemente, no fue reconocido. ‘En la oscuridad está la verdad’ de Jorge Dávalos Córdoba también destaca, aunque abordaremos en otra entrega su posible relación no declarada con obras de la artista francesa Sylc, lo cual merece un análisis aparte.

Pérez V., Miguel Ángel Chávez Mamani
Dios juega a las escondidas, Luis Enrique Sánchez Alquez
En la oscuridad está la verdad, Jorge Dávalos Córdoba

‘Boxeador andino en sueños de gloria’ de Sergio Mamani Condori mereció su mención, aunque es similar a su obra ‘Mosqoy Runa’ presentada en el Salón Fernando Montes 2024. Si es parte de una serie, sería interesante verla expuesta íntegramente. ‘Nuestro signo era el desencuentro’ de Cathy Jimena Guibarra Marín tiene aspectos irresueltos —la bicicleta y la niña de dos cabezas, por ejemplo, parecen bastante rígidas— pero su inserción dentro del terror onírico puede resultar en un justificación. No obstante, darle la primera mención fue un error de juicio. ‘Libre expresión’ de Bryan Emilio Challco Apaza tiene aciertos, pero no termina de construir atmósfera. Por último, las obras de Mario Wilfredo Ibañez Ibañez, ‘Orgasmeo de los magistrados plurinacionales’ y ‘Dos bolivianos de izquierda polarizados’, deberían haber sido las ganadoras. El trabajo compositivo, la narrativa visual y la crítica, sumado todo ello a un tratamiento de la técnica impecable, son dignos de aplauso. Ampliaremos estas reflexiones al analizar su exposición individual del año 2024. 

Nuestro signo era el desencuentro, Cathy Jimena Guibarra Marín
Libre expresión, Bryan Emilio Challco Apaza
Orgasmeo de los magistrados plurinacionales, Mario Wilfredo Ibañez Ibañez
Dos bolivianos de izquierda polarizados, Mario Wilfredo Ibañez Ibañez

El caso más lamentable es el de la obra ganadora: ‘Realidad Virtual’ de Ana Laura Navarro Montellano (mal nombrada en el catálogo). El tratamiento de las telas es plano, la estructura anatómica no guarda proporción y no hay atmósfera que remita a la virtualidad que el título propone. Obtuvo un 97/100. Error garrafal del jurado.

 Realidad Virtual, Ana Laura Navarro Montellano

El Salón Pedro Domingo Murillo de 2024, si bien ofreció destellos de innovación y talento, evidenció también una preocupante proliferación de temáticas reiterativas y un notorio descuido en el acabado técnico de numerosas obras. Como registro histórico, esta crítica busca señalar tanto los aciertos como las falencias, esperando que sirva de reflexión para futuras ediciones del Salón y para el panorama artístico local en general. Es fundamental que los jurados ejerzan un criterio más riguroso y que los artistas busquen constantemente la originalidad y la excelencia técnica, elementos esenciales para el progreso del arte.  

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