CUANDO EL ANCHO MUNDO NO ES SUFICIENTE
[CRÍTICA A DOS EXPOSICIONES DE LA UPEA]
Marian y Fátima al-Fihri, después de heredar una suntuosa fortuna de su padre, deciden invertir todo su dinero en la construcción de instituciones teológicas y educativas, respectivamente. Marian al-Fihri hace una mezquita al estilo andaluz donde pueden rezar hasta 20000 personas; por su parte, su hermana Fátima al-Fihri invierte todo su esfuerzo y dinero en la que hoy en día es la universidad más antigua que aún se encuentra en funcionamiento, Al Qarawiyyin, que se levantó en 859.
200 años después de la creación de Al Qarawiyyin, específicamente en 1088, se funda en Bolonia, Italia, la institución que acuña la palabra universidad, hablamos, efectivamente, de la universidad de Bolonia. Posteriormente, tendremos otras universidades que se crearan a lo largo y ancho de Europa y el Nuevo Mundo. En nuestro país la más antigua es la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, que fue funda en 1624.

Museo Cívico, Roma
La historia de las universidades son relevantes tanto por su manera de concebir los saberes de manera global y estar por afuera de los dogmas del momento, como por la gran influencia que causan sus investigaciones en aspectos socioculturales e históricos y políticos. Recordemos, por ejemplo, que muchos de los intelectuales y doctos de las universidades del Imperio Romano del Oriente migraron a la península itálica, después de la caída del Imperio, dando así el comienzo del Renacimiento. De la misma manera, podemos recordar a Erasmo de Rotterdam que fue educado en la Universidad de París y revolucionó el conocimiento de su época con sus traducciones de los clásicos y la Biblia, dando origen, de la mano de Martin Lutero, a la Reforma Protestante.
En efecto, una universidad es una nueva forma de ver el mundo. Es el espacio donde se expande nuestros conocimientos y se ahonda en nuestras curiosidades para elaborar nuevos paradigmas. Por ello, en 1989, diversas instituciones sociales firmaron un acuerdo con la Universidad Mayor de San Andrés, para que construyera una infraestructura destinada a la Educación Superior en sus predios en la ciudad de El Alto. Aquella construcción, en sus primeros años, ofreció Carreras Técnicas. No obstante, juntas sociales y organizaciones sociales no vieron con buenos ojos que una universidad en su ciudad respondiera a otra administración. En consecuencia, realizaron varias movilizaciones. Por ello, a inicios del siglo XXI, se crea la Universidad Pública de El Alto, y el 2003 obtiene su autonomía.
Ocho años después de su autonomía, en el 2011, se funda la Carrera de Artes Plásticas. A la fecha, esta carrera tiene 12 años de creación y el mes de abril estaba de aniversario; por lo cual, hicieron diversas actividades. Una de ellas fue la exposición en la galería de la UPEA y en la Casa de la Cultura Fran Tamayo.


La exposición efectuada en su galería, por ejemplo, contaba con propuestas carentes de cuidado en su tratamiento técnico, con manchas que restaban pulcritud, y temáticas que representaban a personajes de la tercera edad en situaciones de pobreza, en su gran mayoría. En ‘Mujer Mística’ de Braulio Condori hay carencia en el tratamiento de la anatomía; sobre todo en la mano. En ‘Indio fundido en tierra americana’ y en ‘Bolivianidad que vibra universalmente’, a pesar de un buen trabajo técnico, hay un descuido en la pulcritud. ‘Desolada Vejez’ y ‘Sembrando extinción’ de Alexander Aguirre Mamani hay una carencia en la metáfora y un exceso de literalidad. La diferencia radica en ‘Melancolía’ y ‘Pesadumbre’, donde su propuesta utilizando cartón como soporte le da otra narrativa a su propuesta; aunque no haya aprovechado la textura de su soporte. De la misma manera pasa con Germán Condori Hilarión en ‘Al final del cambio’, ‘Desconexión social’, ‘Caridad’, ‘Sin rumbo fijo’ y ‘Reciprocidad’, donde las obras son tan obvias en su mensaje visual que resultan cansinas y molestas, por un lado, y se nota la falta de teoría del color y teoría de las proporciones, por otro. Aspectos que se repiten en ‘Tejiendo nuestras raíces’, ‘Reminiscencia’, ‘Mirada profunda’ y ‘Fiambre andino’ de Danitza Rivas Condori, como también en ‘La fuerza del ande’, ‘Felicidad de mi infancia’ y ‘Libertad digna’ de Maribel Calle Condori.

























En suma, la exposición de la Galería de la UPEA en todas sus propuestas de obras se quedan en eso… en una propuesta de obras vacías y sin contenido visual ni narrativo. No hay el uso de la metáfora visual, no hay la capacidad por parte de los artistas de decir más con menos elementos en sus cuadros, tampoco hay una exploración por los diferentes estilos artísticos de la historia del arte, y, sobre todo, no hay un sentido de la pulcritud y la limpieza para presentar una obra en una exposición destinada al gran público.
En la exposición en la Casa de la Cultura, donde expusieron los docentes de la institución, se veía estos mismos inconvenientes. Por un lado, el grupo de fotografías parecían sacadas del rollo de un fin de semana de paseo o de un fotógrafo sin sentido estético; es decir: de alguien que haya pulsado el disparador sin ninguna noción. Ahí podemos encontrar a Nelson Jaliri, Ricardo Nina, Omar Pintones, Nanci Daza y Alida Huanca. En diseño digital, por parte de Rosse Gonzales, tuvimos las mismas injurias del exceso de imágenes sin tener una narrativa visual.








En gráficas, Sulma Barrientos no convence con sus trazos desordenados para crear un rostro por medio del esfumato y Natalia Calvimontes, con su aguafuerte, sobrepasa la carga de líneas en su trabajo, creando demasiados puntos de fuga; además, que su soporte esta acalaminado y le quita fuerza a su propuesta. Claribel Arandia, por su parte, excede en tonalidades y texturas en sus dos grabados.




Yenny Cahuana con ‘mirada del Auki’; Juan Torrez con ‘Pasión y vida de un combatiente’; Argelio Zamudio con ‘S/T’; Jhonny Quino con ‘Recuerdo’ y ‘S/T’; ‘Contraste’ de Rubén Pacari; ‘Alba Serena’ de Sonia Pillco; ‘Después de la Crisis’ de Efraín Severo; ‘Radiografía’ de Adamo Mollericona y ‘Ensueños siderales’ e ‘Irradiaciones eróticas de Edith’ de David Hans Morin se puede comprender, con todos estos cuadros, la falta de propuestas estéticas dentro de la Carrera y la repetición continúa de los discursos estéticos del siglo pasado. Asimismo, se aprecia la falta de pulcritud y cuidado en sus obras; aspecto que se vio en la exposición en su galería.















Lo más rescatable de la exposición, desde nuestra perspectiva, fue la obra de Fernando Montes Colque; aunque su pintura abstracta cae mucho en los grises y parece algo forzada su propuesta. También entre lo rescatable está la obra de Roly Huanca con ‘Me obligaste a festejar todos santos’, donde presenta una serie de dibujos de asesinos que marcaron de luto la vida de varias familias bolivianas. Sus dibujos presentan deformaciones y exageraciones craneales; lo cual hace más siniestro sus dibujos. Así como de siniestro es el tornillo que sobresale de su cuadro y la descolocación de uno de sus dibujos en su soporte. Por último, tenemos las acuarelas de Jorge Davalos con un gran dominio de la metáfora y el lenguaje plástico; además de su pulcritud que es rescatable. Pero, lamentablemente, no ha tenido sus obras ni seguidores ni interés en tierras alteñas.







En conclusión, una universidad debería ser un espacio de reflexión crítica de su realidad y, a su vez, debería ser un centro de innovación. Más aún en una Carrera de Artes Plásticas. No obstante, esta casa de estudios, en sus 12 años de celebración, solo ha repetido los dogmas de la Utopía Andina y las políticas culturas del panindigenismo aymara. En otras palabras, a los estudiantes y docentes de la Carrera de Artes Plásticas de la UPEA, no les interesa las imágenes y las propuestas que el ancho mundo crea, tampoco les llama la atención sus múltiples problemas que se pueden encontrar en lo largo de la historia del arte, y mucho menos les conmueve el imaginario que les puede provocar un libro allende de sus fronteras geográficas. Al contrario, para ellos es suficiente seguir enroscados en el siglo pasado, no acercarse a la autorreflexión crítica y reproducir lo que está al doblar la esquina.