SEGUNDA ENTREGA CRÍTICA AL SALÓN PEDRO DOMINGO MURILLO, 2024

MENCIÓN GRABADO

El año pasado, en la mención de Grabado del Salón Pedro Domingo Murillo, se presentaron 6 obras e ingresaron 3. En esta versión (2024), se presentaron 16 e ingresaron 13. Fácilmente podemos notar que se incrementó la presentación de obras para este año, pero no se mejoraron las propuestas artísticas. Dentro de esta mención, se premiaron cuatro propuestas. El jurado, así como en las otras categorías, contaba con un maestro en la técnica y en la narrativa visual: Diego Morales, integrante de los Beneméritos de la Utopía, excelente artista plástico y gran amigo. Sin embargo, eso no lo exime de ser cuestionado.

El maestro Morales, evidentemente, se equivocó rotundamente no solo al dar las calificaciones de sobresaliente y al no abstenerse en su voto, sino también en aceptar el ser parte del jurado en un concurso venido a menos. Esto pone en duda sus criterios artísticos y su corrosiva acidez con la que observa cada obra. Si bien el maestro Morales es un amigo cercano, quiero recordarle la sentencia de Aristóteles que reza: "Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad".

La obra ganadora del Primer Premio obtuvo una calificación de 98/100; es decir, que ninguno de los jurados puso una calificación por debajo de 50 puntos o se abstuvo de votar. ‘Cosechando Ñatitas’ de Christian Torrico Nogales, en la técnica de mezzotinta, fue la galardonada en esta categoría. En ella podemos observar a un pepino con una sonrisa macabra, una calavera con una vela en la parte superior del cráneo, la cual ilumina la escena. El cráneo, que se encuentra en la parte inferior derecha, está siendo sodomizado por el dedo del pepino a través del orificio auditivo. 'Cosechando...', en este punto, carece de profundidad, la anatomía es cuestionable por la falta de armonía en las manos del pepino y el soporte está desprolijo acabando en descuidado.

Cosechando Natitas

La técnica de la mezzotinta, además, es muy particular, porque se obtienen los tonos blancos de la estampa a partir de un negro total de la placa utilizada. Una singularidad de la mezzotinta —y de ahí su nombre— es la oportunidad de generar medios tonos con esta técnica. En la "obra" ganadora no se contempla nada de este proceso. Lo más desalentador en esta mención, sin embargo, es premiar un grabado con un pepino como propuesta. Tal parece que los jurados —todos residentes en la ciudad de La Paz— no se desempolvaron de sus amores más profundos de infancia y de sus destartaladas tradiciones de Tierras Altas. Torrico Nogales, en esta versión, no solo presentó un Pepino, sino dos. El otro se titula: ‘Renacer bajo la lluvia fría’. Es innecesario presentar dos pepinos en un concurso que supuestamente valora la innovación y la creatividad. Mala decisión del jurado al premiar a Torrico Nogales con el Primer Premio por presentar esta propuesta y de tan mala factura.

Renacer bajo la lluvia

La Primera Mención con 95/100 fue para ‘Madre Libertad’ de Luis Alberto Quispe Ochoa, quien en 2018 ganó el Premio Eduardo Abaroa con una obra de temática parecida en formato de dibujo, titulada: ‘Soñando libertad’. Posteriormente, en el mismo concurso, obtuvo el Primer Premio en dibujo en 2021 con otra obra de similar propuesta. Su línea de producción, después de observar sus tres trabajos, se enmarca en la tendencia típicamente boliviana de retratar a personas de la tercera edad, con el peso del tiempo y el olvido en sus espaldas, y en situación de mendicidad. Esta tendencia podría fácilmente calificarse como: pornomiseria. Inmerecida la Primera Mención por no tener nada que ofrecer a la plástica boliviana, y seguir presentando la misma temática en los concursos de arte que existen en el país. Así como su otro trabajo en punta seca, titulado ‘De ganancias no veo nada’. Posiblemente estos trabajos sean parte de una serie en esta técnica, pues en 2021 ganó el 14 de septiembre con ‘El adiós a un amigo’, donde se ve a un hombre recostado en una carretilla acompañado de palomas. Temática similar a la que presentó en el Salón Pedro Domingo Murillo de este año.

Madre Libertad
Soñando libertad, 2018
De ganancias no veo nada
El adios de una amigo

La Segunda Mención con 93/100 fue para ‘Seleccionados por la calamidad’ de Oscar Velasquez Mamani en aguatinta y aguafuerte. La propuesta del artista tiene demasiado contraste visual y sobrecarga la representación de las figuras semihumanas en una posible fábrica. No se comprende la obra por su iconografía irresuelta. La Tercera Mención con un puntaje de 90/100, como ya se expuso en las entregas anteriores de esta serie de críticas, es inmerecida. Adriana Bravo, con ‘Caerás’, hasta la fecha no ha realizado un comunicado oficial, al igual que los participantes y las autoridades organizadoras del concurso. La insistencia es doble, porque el premio entregado a la artista debería ser anulado y, evidentemente, suspenderla por 4 años por incumplir las normativas del concurso que hace tiempo impugnó. Esto debería servir como precedente.

Seleccionados por la calamidad

Las obras que no deberían haber ingresado a la muestra del Salón Pedro Domingo Murillo de este año son: ‘Soy un paraguas cuando proteges mis pisadas’ de Majandra Gutierrez Urrelo, por el mal tratamiento del plastograbado, aspecto que trae a la memoria a la escuela de Hans Hoffmann por el mal uso de los materiales y la ejecución; ‘Arrulladora del mundo’ de Ana Isabel Illanes Aguilera, por representar nuevamente a la Pachamama, la simbología del sol y la luna, y el Illimani, temas harto utilizados por artistas paceños; y ‘Discriminación’ de Genaro Leonardo Aliaga Manzaneda, por haber obtenido un mal resultado en el tratamiento de la monotipia. Al observar la pieza, se aprecian las burbujas de la tinta en el tratamiento del estampado.

Soy un paraguas cuando proteges mis pisadas
Arrulladora del mundo
Discriminación

Las obras que resultan ambiguas, que no logran cerrar su propuesta narrativa o que carecen de algún elemento para resaltar las formas de su composición son: ‘Recuerda que morirás, disfruta la vida’ de Matias Santiago Ramos Rivera en linograbado, por la falta de narrativa visual en su propuesta. Me parece que podría utilizar de manera más óptima el efectismo de sus trazos en los personajes tradicionales de la Bolivia folclórica en una temática en concreto; asimismo, podría desarrollar algún crítica en específico y explorar sus posibilidades. ‘Amantes’ de Genaro Leonardo Aliaga Manzaneda en xilografía, porque utilizó un paspartú que no realza su propuesta. No obstante, su trabajo es interesante por los trazos y la inestabilidad atmosférica que crea. Grabado interesante y rica para ser explorada. ’No me lastimes’ de Winy Yarichimo Pariamo en litografía, por la falta de movimiento en sus personajes. Sin embargo, creo que Yarichimo puede enaltecer el grabado con su buen trabajo que, lamentablemente, para esta versión no lo presento. Me gustaría apreciar una exposición individual de su trabajo.

Recuerda que morirás, disfruta la vida
Amantes
No me lastimes

Por último, la obra que más me llamó la atención por la propuesta, el trabajo y la resolución de problemas técnicos de manera creativa es ‘Penumbra’ de David Sea Rojas en xilografía. La propuesta de Sea fue presentar su matriz en formato grande, con trazos fuertes y luces contrastadas con los personajes. Asimismo, se pueden apreciar las diferencias entre las texturas que va generando con las gubias. Buena obra con un mal jurado que no valoró la propuesta de David Sea Rojas. Espero también poder ver una exposición pronta de él con el trabajo que está realizando.

Penumbra

En términos generales, el grabado en Bolivia se ha quedado en una recurrente muestra del dolor y del sufrimiento nacional en las personas de la tercera edad y de las Tierras Altas. Al consultar sobre este tema a Lucy Jemio —investigadora de literatura oral de la UMSA— me comentó que debe ser porque aún siguen recordando el tiempo de los patrones. En caso de ser así, estamos aún peor. El gran esfuerzo de los sindicatos, el gobierno central y la educación nacional, entre otras instancias, no ha cambiado el panorama desolador de un siglo atrás. Promesa incumplida por estas nobles instituciones. Es penoso observar, además, a artistas jóvenes con la maleta pesada y llena de consignas de sus padres y abuelos. El peso del tiempo, que no les corresponde cargar y representar en sus obras, es desalentador.

Las obras en esta ocasión resultaron monótonas, sin una búsqueda por la exigencia narrativa, perdidos en las nuevas técnicas que puede ofrecer el grabado y con una exploración nula en temáticas que ellos están atravesando. Aún peor, muchas de las obras no tenían la nomenclatura correspondiente que se exige al presentar un trabajo de estas características. Después de observar la exposición del Salón Pedro Domingo Murillo, queda claro que el grabado en Bolivia desfallece lentamente en prejuicios ideológicos de vieja data en artistas jóvenes, con narrativas iconográficas que son plasmadas hasta el hartazgo y técnicas poco efectivas cuyo objetivo ya no es enamorar al espectador. Esperemos encontrar nuevas propuestas para el bicentenario de Bolivia y no reiterativas nostalgias sustentadas en un romanticismo pueblerino.

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