MATERNAR

[COMENTARIO A LA APERTURA DE DANIELA MÉRIDA GALLERY]

Analizar la maternidad es un asunto harto complejo. Más aún si tomamos el camino largo; es decir, desde la historia del ser humano. El solo imaginar las difíciles complicaciones de una mujer de la prehistoria en plena gestación y los inconvenientes que atravesó para mantenerse y mantener con vida a su retoño; recorrer los diferentes procedimientos de las parteras y sus remedios para tratar a una embarazada en la época medieval; o, sin ser lo último, revisar los prejuicios y los mitos que hoy en día envuelven a la maternidad. Sin duda alguna, esta odisea de la vida, es un mundo lleno de matices.

El conocer este viaje, deteniéndonos desde la concepción de dos células diminutas hasta el vínculo de la maternidad, pasando por todos los síntomas del embarazo, es análogo al recorrido que emprende una idea dentro de nuestras áreas de la corteza cerebral. De la misma manera que los 46 cromosomas se juntan para la conformación de un nuevo ser, también lo realizan los miles de millos de neuronas, atravesando esa intrincada autopista que está dentro de nosotros, para que se produzca la sinapsis, en un puerto seguro. Un embarazo, en efecto, tiene esa doble connotación. Por un lado, el mental, y, por el otro, el biológico.

Detalle del dibujo de un feto de Leonardo Da Vinci, 1510 – 1512

El embarazo, para traer a un ser humano o dar paso a una nueva idea, es una reacción en cadena que se desata dentro de nuestra piel. En ese estado, todo resuena, todo cambia, todo se vuelve un viaje milagroso para desear verlo materializado, para quererlo abrazar eternamente y conocer todos sus recovecos. Posiblemente, este sea el sentimiento que sintió Daniela Mérida al abrir las puertas de su nueva galería, que ahora se encuentra en la zona de San Miguel; y, el pasado mes de julio, con la compañía de 20 artistas, presentó la muestra: ‘Manos de Mujer’.

La muestra, con un título sugerente —inspirado posiblemente en la canción de Marta Gómez— proponía un recorrido visual en diferentes técnicas. Al comienzo de la exposición, nos encontramos a Angeles Fabrri, con una pintura abstracta en tonos complementarios titulada: ‘Rose’. Alejandra Dorado, en contraposición, presentada un acrílico en dos tonos con sublimado de dos niños reflejados y fragmentados, mostrándonos la ‘Alteridad’ en un ‘Jardín literario’, donde nacen las palabras, las plantas y los animales. 

Angeles Fabbri, Rose
Alejandra Dorado, Alteridad
Alejandro Dorado, Jardín Literario

Entre páginas que crean la atmosfera vegetal y animal de Dorado, pasamos a la atmosfera de los recuerdos con Sharon Pérez, donde el microclima de las sábanas, las almohadas y los respaldares son el lugar donde tenemos: sueños, pesadilla, insomnios, malestares, placeres, gritos, lágrimas, risas y orgasmos. Utilizando una cabecera, Pérez pinta con pasteles a ‘Eyu hablan’. Tres mujeres afros con risos que dan paso a letras que viajan en papeles.

Sharon Peréz, Eyu hablan

Letras viajeras que se transforman en una serie de collages, en técnicas mixtas, para preguntarnos: ‘¿A dónde vamos, la tierra sujeta y el aliento guía?’ Para tener una respuesta unísona por parte de Galia Tapia Higa y decirnos: ‘El suelo dorado, corazón de Huyruro’. Ambas obras son de pequeño formato, pero grande en contenido narrativo. Las obras de Graciela Rodo Boulanger, a su vez, pasan de las letras a las partituras musicales con ‘Concierto sobre una vaca’ y unos músicos que realizan ‘El viaje sobre un elefante’. Coronando esta tertulia musical con ‘Tres amigas’ y la ‘Menina de azul’ que prestan sus oídos al concierto. Una propuesta cándida, la de Sandra Boulanger, en comparación con las obras de Corina Barrero, que atraviesan formas corales de escultura modeladas en arcilla. Donde cada ‘Luna’ germina una ‘Semilla’ que da paso a esos bosques soñados. El juego de la figura y las formas vuelven sus esculturas misteriosamente sensuales. 

Galia Tapia Higa, ¿A dónde vamos, la tierra sujeta y el aliento guía?
Galia Tapia Higa, El suelo dorado, corazón de Huyruro
Graciela Rodo Boulanger, Concierto con una vaca
Graciela Rodo Boulanger, El viaje sobre un elefante
Graciela Rodo Boulanger, Tres amigas

‘Las huellas de un mundo olvidado’ de Francine Secretan abrían paso a la realización de obras abstractas con tonos fuertes y saturados. Huellas posiblemente que están impresas en mundo lleno de minerales codiciados. Huellas que podemos notar, sentir, presenciar en las hojas de papel del mundo ‘Arbóreo’ de Marión Macedo. Mundos creados por manos de mujeres que hacen esos picantes de la vida en ‘picantes surtidos’ servidos en una mesa, con encajes y tonos complementarios que nos presenta Patricia Mariaca.

Francine Secretan, Las huellas de un mundo olvidado
Patricia Mariaca, Picante surtido

En esta travesía de obras, resulta placentero imaginar que el designo de la mente y el movimiento de los dedos de las 20 artistas hayan conferido una creación en diversas técnicas. Además, el espacio con el techo de entrantes y salientes, resaltaba la galería con esos tonos rosas corales, rosa piel, rosas nacientes. Es, en consecuencia, un lugar de refugio, es un útero-cerebral donde nacen las ideas, las propuestas, las exposiciones de la galería de Daniela Mérida, que lo bautizó con el hermoso verbo de: Maternar.

Maternar, en suma, es el embarazo cerebral de la idea-embrión que germina, crece, se reproduce y nunca muere, porque quiere y ansia ver la luz. Maternar es la espera continúa del momento preciso para trazar una línea en el espacio y dar paso a la concreción de una pieza cargada de células que convergen en materia etérea. Maternar es dar riendas sueltas a eso que no nos deja dormir, a eso que nos vuelca la vida por completo y pide salir. Eso, evidentemente, puede ser un nuevo ser, una nueva idea o una nueva galería en la ciudad.

[ Embocadura ]

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