LA MUJER BARRO
[CRÍTICA A LA EXPOSICIÓN ARQUETIPOS]
El reflexionar sobre el proceso de la elaboración de la cerámica tiene una relación directa con la esencia de la mujer. Esa esencia que se puede traducir en una sola palabra: ritualidad. No se requiere de ningún estudio que ahonde para comprobar que las mujeres están conectadas con los ciclos y, por consecuencia, con la ritualidad. La tierra, de la misma manera. Ambas, tierra y mujer, en la basta mitología que ha creado la humanidad, están íntegramente relacionadas. Gea, la primera gran diosa, es la madre-tierra para los griegos. Asimismo, la pachamama para las culturas de tierras altas en Sudamérica.
Frente al avance de la ciencia modera, la forma de entender la vida por parte de las mujeres es una vuelta a los ciclos, al inicio y fin de la vida. No así a esa linealidad ascendente continua. En otras palabras, la idea primigenia de que todo se transforma en algo más, y nada se destruye para siempre, es su forma de comprender la realidad. La transformación del barro en cerámica, en ese sentido, es místico y metafórico. Es ritual y alquimia. Así, lo entendieron, por ejemplo, las artistas en la exposición colectiva de cerámica denominada ‘Arquetipo, símbolos místicos colectivos’, que se encontraba en el Tambo Quirquincho.
En la muestra se concentraba una serie de cerámicas escultóricas y una instalación. Todas ellas hiladas en una temática: el Tarot. Las cartas que conforman el maso se convierten en un portal, en un oráculo, para presenciar la transformación de la mujer en barro, y el barro en piezas de arte. Es así que el día de la presentación hubo un ritual, antes de la inauguración. En la muestra encontramos a los Arcanos Mayores, del maso del Tarot, que fueron seleccionados al azar por las 8 artistas para su representación.

Jacqueline Mamani propone el Tarot como una instalación, como un portal, como unas piezas sueltas que componen un sonido relajante. Asimismo, en la ‘Sacerdotisa con los cuatro elementos’ reproduce el Arcano número II del Tarot; la cual se asocia con el conocimiento espiritual puro, alejado del mundo material. La pieza escultórica, realizada por Jacqueline Mamani, es una muestra de la maestría de la textura y la forma, que, con sencillez, retrata la ceremonia. Característica principal de las culturas alrededor de la fertilidad y la cosecha. Es, además, la síntesis entre las cuatro fases de la luna, que son, a su vez, las cuatro fases por las que pasa la cerámica: tierra, la arcilla; agua, para formar la pasta; fuego y aire, para la cocción.





Leonor Vargas ejecuta ‘Le morte’, ‘Les amantes’, ‘Le reine de copes’ que son cerámica en alto relieve y ‘Le justice’ que es una pieza en bulto redondo; todas ellas con engobado y esmalte. La primera propuesta y la última son los Arcanos Mayores XIII y VIII, respectivamente. Ambas están estrechamente relacionadas, porque, independientemente de nuestras diferencias como seres humanos, lo más justo que tenemos entre nosotros es la muerte. En medio del tránsito de la vida y la muerte, nos enamoramos de lo desconocido, de lo otro diferente. Ahí, Vargas representa a los amantes que penden de un hilo, pues así es el amor cuando la reina de copas, la sanación interior, es denominador común entre ambos. Aunque algunas piezas se encuentran rajadas, como ‘Le justice’; también sirve como metáfora. Isabel Garron, por su parte, representa a ‘El mago albino’ y ‘El sol’, que son el Arco I y XIX, respectivamente. Garron en estas dos obras presenta técnicas diferentes. El primero es un modelado monofocal de rasgos juguetones y la segunda es una jarra pintada. Mas, donde vemos su destreza es en sus dos relieves titulados: ‘El colgado’ y ‘Templanza’. En ambas obras, aunque con rasgos similares al rostro del mago albino, podemos sentir las figuras y los contrastes de texturas.











Las otras obras que acompañan a este juego de cartas son ‘Fuerza’, ‘Ermitaño’ y ‘Emperatriz’ de Corina Barrero; ‘Templanza’ y ‘XIII’ de Valeria Delgadillo; ‘Solo’ de Maria Ana Mallea; ‘Il Diabolo’ y ‘La estrella autorretrato’ de Tracy Prado. En esta última, encontramos obras que nos recuerdan el mundo retorcido de las caricaturas, por un lado, y de seres conmovedores por su ternura, por otro. En las propuestas de Mallea y Delgadillo, aunque con un acabado que asombra, encontramos algunos daños considerables en las piezas y falta de pulcritud en el esmaltado. En Barrero, por último, tenemos piezas que sobresalen por su fuerza compositiva —como es el caso de ‘Emperatriz’—, pero pierden dinamismo en ‘Fuerza’ y ‘Ermitaño’.










El tarot, como habitualmente sabemos, es un oráculo. Teniendo dos tipos de orígenes: el histórico y el esotérico. Su origen histórico se remonta al norte de Italia en la primera parte del siglo XV, y fue el Duque Felipe Visconti que pidió al pintor Michelino Da Besos realizar una baraja con 60 cartas con 16 imágenes de los dioses clásicos y el resto que conformaban los palos. Las 16 cartas de los dioses eran consideras como triunfos que anteceden a los Arcanos Mayores. Posteriormente, tras Francia conquistar la ciudad de Milán, se elabora el Tarot de Marcella en 1650. Las cartas, en consecuencia, se convirtieron en un medio para predecir el futuro. Se popularizó su uso y predicción con los gitanos. La otra manera de analizar el tarot es desde el esoterismo. En ese punto, este oráculo fue elaborado por un maestro ocultista. Su función estaba relacionada como un compendio básico de filosofía y mitología que estableció el concepto cíclico de la vida y la muerte. Herramienta medieval, el Tarot, que analiza desde los arquetipos la psicología humana.
No es una casualidad, en ese sentido, que el psicólogo suizo Carl Jung, reflexione sobre las motivaciones e intereses de los seres humanos por medio de los 12 arquetipos que analiza. En consecuencia, Gabriela Benites, con su instalación, se convierte en ese mago que explora el interior de las personas. Aunque la mesa central de su exposición, con una pata coja, muestre la supuesta inestabilidad de la mente de la maga, que, en realidad, es lo opuesto; es decir: la creación del equilibrio, de la estabilidad en el espíritu que transciende a la mente y se convierte en verbo o en corazón ardiente, como vemos en la instalación. ‘El nacimiento de la mente de la maga’ de Benites, sostiene diversos objetos para su equilibrio material y espiritual. La obra que resalta, en la superficie superior de la mesa, es el disco solar con base de un tronco de madera. A su alrededor, observamos: bastos, copas, dagas y metales en oro. Elementos con los cuales la maga trabaja, pues, en síntesis, es la mesa de una curandera. El mago es el primer Arcano Mayor del Tarot. Lo que significa la unión del plano espiritual y físico. Asociado habitualmente al pluricosmos.









Esa multiplicidad de mundos es el que presenta Benites en su instalación. Cada objeto colocado es un cosmos a explorar; aunque sea excesivo en algunas partes y provoque un barroquismo visual. En la parte trasera de la mesa de la maga, tenemos representada al Arcano XVII, que representa la esperanza y la luz interior, donde Benites en un juego múltiple se representa, por un lado, como la venus-sirena y, por el otro, como la estrella de la resurrección y del movimiento continúo. Así lo podemos notar en la fotografía colgada en la ventana de la sala de la exposición.
La muestra, claramente, es una liturgia y elogia al ciclo de la vida. En las obras observamos la transformación mística de la materia. Es la lectura del oráculo por medio del barro; la fuerza de la naturaleza que converge en figura y forma. Es, en suma, la sanación de la mujer-barro.

